Del “Rayo de la muerte de
Arquímedes” dicen que es un mito popular, que Arquímedes fabuló quemar naves de
guerra enemigas, a larga distancia, mediante el uso de espejos ustorios que
concentraran los rayos solares aprovechándolos para usos destructivos. Una
fábula que intentaron reproducir, diríase que sin éxito constatable, grandes
mentes como Nicola Tesla y perversas mentes como las alemanas del periodo Nazi.
Todo correcto. En mi día a día de
almuerzos listos a las ocho de la mañana en las mochilas de los niños, el Rayo
de la muerte de Arquímedes, salvo que tenga sabor a fuet, no tiene cabida.
Aunque vaya, yo también sea
matemática.
Aunque vaya, según dices, sea una
matemática de medio pelo y esté “gozando” de una excedencia para el cuidado de
mis hijos desde hace cuatro hijos. Espera que aún recuerdo cómo se multiplica:
cuatro hijos por tres años que vienen a llevarse de promedio en su orden
descendente… gozando doce años, dice.
Y me encanta la doctrina popular:
Es el derecho de toda madre el gozar la crianza. Es el derecho de cualquier
niño establecer lazos emocionales mediante el apego. Bla, bla, bla, bla, bla. Derecho,
derecho, derecho.
¿Qué te parece si la pides tú
que ganas menos y, al fin y al cabo, eres la madre? Nos lo podemos permitir,
vamos sobrados, con mi sueldo, el bonus anual, el seguro de vida que paga la
empresa y que si a mí me pasara algo, va qué no, pero que hay que pensarlo
todo, bueno que si me pasara algo podrías vivir cinco vidas como una reina… Es
lo mejor para ellos, para todos, para nosotros.
Y de la vaca del cuento de la
lechera me sirves un vaso de leche bien fría, un frappé de leche de vaca
imaginaria: Si nos ahorramos las guarderías de los niños y, por supuesto, la
empleada doméstica, aunque se pierda mi sueldo de vulgar profesora de
instituto, resulta que ahorramos.
Y ahora, doce años después, juro
que no me queda ni una sola hormona placentaria, de esas que molan y te llevan
a decir que sí sin ton ni son; ¿pero sabes qué me queda? Mucho, mucho, mucho
cortisol, de ese que está en todos los posts de Instagram (mi algoritmo sí sabe
bien lo que me conviene) y a tope por mi cuerpo. ¿Cortisol alto? Vas a morir,
como poco.
¿No te parece que estás un
poco enganchada al móvil? Quizás deberías plantearte volver al instituto y dar
clases. Reactivarte, lanzarte al mundo real, salir de esta burbuja protectora
en la que te has acomodado tan ricamente.
¿Perdón?
Cuidarte, pensar en ti, pensar
en nosotros. Volver a ser una mujer, no solo madre.
¿Nosotros? Porque en mis cuentas
solo llego a cinco. El uno, mi emperador: tú.
Del dos al cinco el batallón:
Noe, Raquel, Alejo y Berta, un multiverso más peligroso que el del mundo
Marvel: mocos, cumpleaños, deberes, peleas, ¡extraescolares! Grupos de padres
de WhatsApp, pediatras, escayolas, pesadillas nocturnas… me canso solo de
verbalizarlo.
Pero…Eso es un vosotros ¿Dónde
está el seis?
Pues tengo que confesar que la
seis, aquí presente, ha estado ocupada últimamente. Y te digo una cosa, no hay
nada peor que subestimar algo. Por ejemplo, no hay nada peor que subestimar a
un oso hormiguero que sabe cómo usar sus inesperadas garras cuando las necesita.
Piensas que está ocupado con sus hormiguitas, una por aquí, dos por allá,
treinta en este tronco podrido… pero déjame darte un consejo, déjalo en paz. Sí,
creo que ahora soy bastante oso hormiguero.
No sé, cuidarte, depilarte, ir
a la peluquería, buscar algún hobby, mira yo quedo los miércoles con los chicos
para jugar al pádel, los sábados salgo a
correr, los domingos ruta en moto…. Búscate algo. Búscate. Hace tiempo que no
te reconozco. Pero mira el suéter que llevas, si Berta te lo ha tenido que
vomitar, huele desde aquí. La verdad es que es asqueroso.
Y me miro el suéter y me extraña
que sólo veas el vomitado de Berta, que sí, está. Pero también está la
purpurina rosa del trabajo sobre la primavera de Raquel, y en la manga, mira,
mira, aquí: la sangre de Alejo de cuando se ha reventado la nariz de un
raquetazo en el pre tenis, y, por cierto, la marca del puño de la sudadera…
deberías saber que es pintalabios que llevaba Noe hoy al salir del colegio.
¿Sabes que la mujer de Pedro
vino anoche a recogerlo al pádel? La tía lleva un Maserati impresionante, dice
Pedro que desde que es CEO de la filial portuguesa está arrasando en Madrid. Me
preguntó por ti, ¿sabes? Decían de quedar a cenar un día los cuatro con
vosotras… yo claro, puse una excusa, en plan elegante, por ganar tiempo; es que
mírate así no puedes venir, a ver si te pones las pilas y….
Sí, sí, sí, la canción de los
buenos días y las malas noches: me depilo, voy al gimnasio, me quito las canas
que me salen como alambres (por favor, ¿estarán hechas de otro tipo de
material?), me compro ropa que no sea del Aldi, me opero la vista cansada,
practico a andar con los zapatos de tacón azules que me regalaste en Navidad,
reaprendo a hablar con adultos, encontramos las tres neuronas que me han
sobrevivido a la crianza y las entrenamos para que parezcan más…. Yo creo que
en un par de semanas lo tengo resuelto. Máximo. A todo esto, ¿en los Maseratis
caben sillas de bebé y alzadores?
Por cierto, no sé qué has
hecho de cenar, pero se me olvidó comentarte que me gustaría probar la opción
vegetariana. Si no tienes arreglo para hoy, pues nada, pero para que vayas
planificando la compra. Tú que estás todo el día con el móvil, busca recetas,
investiga.
Y de repente, mira tú, me
interesa lo que dicen de “El Rayo de la muerte de Arquímedes”, que si es un
mito popular, una leyenda; pero resulta que mi Instagram (gracias de nuevo
algoritmo, tú sabes bien lo que necesito) me ha chivado que un niño de Ontario lo
ha recreado en su trabajo de ciencias de fin de curso y le ha funcionado, ¡un
niño de 13 años!, por Dios, si solo se lleva un año con Noe…
Es una cuestión de precisión con
espejos, distancia exacta y condiciones atmosféricas perfectas. A ver, si a un
niño en Canadá (que no tienen más que un rayito de sol al año) le ha funcionado
¿Tú crees que funcionaría en nuestra Sevilla en pleno julio? Y si algo es una
matemática, aunque sea de medio pelo, es exacta.
Cinco vidas como una reina me
esperan, solo me separan de ellas cuatro espejos, mi amor.
